Se fue tranquilo y en silencio, caminando de esa forma en la que uno sabe que no servirán de nada sus lágrimas o su mala caligrafía intentando expresar el amor en una carta. Da igual, a veces las cosas se van sin más y te das cuenta de que la luz que seguiste creyendo salvarte, no era como la de sol que deslumbra pero da vida, si no que te rodearon en un manto de luminiscencia artificial y ahora, en la oscuridad, te lloran los ojos y se te ha olvidado caminar con dirección.
Quiero volver a mirar su sonrisa arrogante y escupir odio, decirle que gracias a él no quiero que vuelvan a tocarme, que me da pánico. Hacerle ver que por sus caprichos no sólo soy más reservada, más desconfiada, si no que recuperarme de todo el daño que me provoca su indiferencia injustificada me está costando más de lo que a veces puedo soportar.
Quiero que baje del tren, se acerque a mi, me mire a los ojos y comprenda que no ha tenido idea nunca de nada, que mi dolor no es lo que él cree, no tiene nada que ver con el amor que pude sentir en algún momento. Que baje, Dios, que baje bañado en su luz que no me sirve, que tenga el valor de intentar mentirme nuevamente.