¿Y si nunca encontramos judías mágicas? ¿ Y si solo encontramos... judías?

Mostrando entradas con la etiqueta tristeza. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta tristeza. Mostrar todas las entradas

jueves, 25 de agosto de 2011

Los trenes de luz artificial

No dejo de mirar el tren por si, en algún momento de su vida, decide volver a cruzar esa puerta, vestido de luz, para que no vuelva a  pasar nada y yo olvide todas las heridas.
Se fue tranquilo y en silencio, caminando de esa forma en la que uno sabe que no servirán de nada sus lágrimas o su mala caligrafía intentando expresar el amor en una carta. Da igual, a veces las cosas se van sin más y te das cuenta de que la luz que seguiste creyendo salvarte, no era como la de sol que deslumbra pero da vida, si no que te rodearon en un manto de luminiscencia artificial y ahora, en la oscuridad, te lloran los ojos y se te ha olvidado caminar con dirección.

Quiero volver a mirar su sonrisa arrogante y escupir odio, decirle que gracias a él no quiero que vuelvan a tocarme, que me da pánico. Hacerle ver que por sus caprichos  no sólo soy más reservada, más desconfiada, si no que recuperarme de todo el daño que me provoca su indiferencia injustificada me está costando más de lo que a veces puedo soportar. 
Quiero que baje del tren, se acerque a mi, me mire a los ojos y comprenda que no ha tenido idea nunca de nada, que mi dolor no es lo que él cree, no tiene nada que ver con el amor que pude sentir en algún momento. Que baje, Dios, que baje bañado en su luz que no me sirve, que tenga el valor de intentar mentirme nuevamente. 


martes, 5 de julio de 2011

Retamar


Aún no soy fuerte del todo y lloro por dentro como una niña cuando me vienen los recuerdos.
Hoy fui a mi casa, la casa de la que tuve que irme hace años  y a la que no he vuelto desde hace mucho tiempo. Allí he pasado la mitad de mi vida, he conocido a muchas personas que me han marcado en todos los sentidos. Allí he sido feliz, y mucho.

El olor a Eucalipto, a cloro. El sonido de mis zapatos contra las ramitas de la rambla, pasar la mano por los muros blancos, sonreír al escuchar a los niños jugando. Cuando yo era pequeña, muchos no habían nacido, otros eran los hermanitos de mis amigos, y ahora son ellos los que ocupan el lugar que disfrutamos nosotros tantísimos años. Durante un segundo siento rabia, envidia, como si estuvieran cogiendo algo muy preciado que me pertenece y pudieran hacerle cualquier cosa. Es normal, ahora le toca a ellos, a mi me quedan otras muchas cosas más.

 Y mi casa, la única que yo siento de veras como mía a pesar de todo. Hay cosas que no se han movido de sitio desde que yo me fui, ya sea por nostalgia o por indiferencia, pero me provocan una sensación extraña. Podría decirse que en esas cuatro paredes el tiempo se ha detenido en una etapa no muy buena. El polvo se amontona y los bichos se pasean por todo esto que algún día será mío otra vez.
Y mi cuarto... en esa misma cama he amado tantísimo...no puedo mirarla sin sentir el nudo en la garganta, el frío en el estómago, la sensación de que nada esta yendo como pensaba en esa época.

Hay tantas cosas aquí que querría tener, tantas sensaciones que me gustaría volver a sentir. Me estoy helando, iba siendo hora. Hay temas de los que no quiero volver a hablar, mucha gente que no quiero volver a tocar, que no soportaría que se metiera de nuevo en mi piel, y sin embargo, aquí, esta casa, me trae la inocencia, las ganas...me saca la sonrisa de medio lado, hacía mucho tiempo que no la veía en el espejo.

Al final me vuelvo a mi casa de ahora, en el autobús mirando el camino pesado que hacía para ir a la parada del colegio, el Toyo donde fumábamos y hablábamos sin parar pensando que así nos conoceríamos a nosotros mismos, y cierro los ojos, y cojo mucho aire, y pasa, y la vida continúa, y allí anclados se quedan mis recuerdos.


domingo, 26 de junio de 2011

"Dejadme que os cuente mi cuento de herida y caricias"



Se van amontonando las colillas en mis pies, tanto trabajo para nada, en todos los sentidos. Todo se ha paralizado, no existe la perspectiva, sólo un dolor que quema, que consume, que  anuda la garganta como tantas noches atrás.
Las heridas estaban mal cosidas y se me resbalan los hilos. Aprieto con todas mis fuerzas y sólo consigo que me sangren las manos, sentirme más cansada que nunca. No se me dio bien remendar lo que otros han roto, lo que yo misma he dejado abrir. Y tanto, tantísimo trabajo para nada.
Olvidar
arrancar
caminar.
Al final sólo el frío, la desconfianza...todo es azul al fin y al cabo. Ni monte, ni río, sólo azul. Ni promesas, ni sueños, ni deseos, todo manchado, roto.
Me conformaría, cómo mínimo, con que dejaran de pisarme la cabeza cada vez que intento avanzar.

martes, 21 de junio de 2011

La bañera

Hay un cuerpo en la bañera, en la bañera de siempre, la primera, la original. Allí se descubrió lo que era amar, allí amaron una única y preciosa vez.

Ya no somos cuatro manos jugando con el ir y venir de la espuma, como una obra un poco absurda de nuestro concierto privado. Ahora sólo quedo yo hundiéndome  entre las misma paredes, después de que no me amaran más ni allí ni en ningún otro sitio.

Si esta bañera va a volver a ser testigo del amor no va a ser conmigo, y ya no me da pena, simplemente me pregunto si habrá algún lugar, alguna cama, algunos ojos, algunas aguas que me vayan a hacer sentir como entonces.

martes, 14 de junio de 2011

Portazos, jardines y playas.


"Que me trague el mar, que me lleve" 
Echo a correr por la arena y cierro los ojos pensando que bien podría ser nieve. Me acuerdo de Ana buscando a Otto... ¿a quién estoy buscando yo?. 
Corro a una velocidad penosa, los zapatos se me llenan de tierra. De unas cuantas sacudidas me los quito y se quedan ahí atrás, abandonados. 

Me sobran pensamientos, me sobra gente, me sobra amor, me sobran ganas, me sobra esperanza, me sobran recuerdos, me sobran caricias, me sobra la luz de la farola en la ventana, me sobra cama, me sobra espacio, me sobran los colores, me sobra música, me sobra la lluvia en el balcón. 

Corro con los brazos abiertos y me pongo a gritar. Me sobra ropa. De un tirón me arranco los pantalones y la camiseta y me paro en seco. Estoy sola otra vez y la noche no me promete nada. 

"Que me trague el mar, que me lleve" 

Con el corazón en la boca y temblando, me voy metiendo al agua poco a poco y me olvido de Otto, de Ana, de todos los ideales que me persiguen. Voy adentrándome en lo oscuro, en lo frío... ni me molesto en cerrar los ojos.  Mi cuerpo cada vez puede verse menos, hasta que al final nadie recuerda que estuve aquí hace tan sólo un momento.  


lunes, 9 de mayo de 2011

El motor de la tristeza


Sentada en el tranquillo de mi casa (para los que no sean andaluces, tranquillo=escalón) voy contando las campanadas de la catedral cada quince minutos. No tengo dinero, lo último que me quedaba lo gasté en un libro de poesía esta tarde en compañía de Ignacio, ¿quién iba a saber que me quedaría sin llaves  y sin batería en el teléfono?. Voy contando las campanadas de la catedral y me doy cuenta de que ha pasado mucho tiempo, que mis pies están fríos y que yo apenas soy capaz aprovechar el tiempo pensando en algo productivo. 

Oigo como un chico pasa a mi lado arrastrando los pies, con esa mirada de los que la tenemos fija en el  pasado. Pasa a mi lado y casi me pisa, pero ni siquiera se ha dado cuenta de que estoy allí, ¿llevo tanto tiempo esperando que ya me he fundido con el suelo o es que de verdad va tan metido en si mismo que no percibe lo que hay a su alrededor?. Le miro desde mi aparente invisibilidad y veo cómo se acerca a su moto, abre el sillín, saca un casco naranja horrible y se lo coloca con mucha parsimonia, con una lentitud  casi ceremonial. Le da la vuelta a las llaves y se queda un rato mirando la fachada de la catedral, suspirando tan fuerte que mis perros (que están detrás de la ventana en la que ha enganchado su vehículo) se ponen a ladrar denunciando tanto escándalo. 

Al cabo de unos exagerados segundos, intenta arrancar la moto. Lo intenta 3 o 4 veces sin éxito alguno, y entonces, me sorprende. Se baja de la moto y se desabrocha  el casco con la misma velocidad. Se sienta con los brazos abrazando las piernas y hunde el rostro en ellos. Entonces, en un leve gemido entrecortado, escucho cómo llora seguramente unas cuántas desdichas que culminan con el no poder hacer funcionar el cacharro que tendría que llevarle a casa. 

Le escucho llorar a tres palmos de mi. Las campanas de la catedral vuelven a sonar. 1,2,3,4, abrazo mis piernas y adopto la misma postura que mi acompañante, 5,6,7,8, cierro mis ojos y dejo que unas cuántas lágrimas se escapen, 9,10,11 y 12. 

Hacía ya mucho tiempo que no experimentaba algo tan parecido a la profunda soledad. 

sábado, 2 de abril de 2011

Quiero la baja, exceso de mentiras.

Ya no queda ni rastro de la persona a la que tanto quise, ¿cómo puede ser que la gente cambie tanto?.
Cambiar hasta el punto de que las cosas que tanto despreciabas, ahora tienen un primer lugar en tu vida, gente que no soportabas, ahora es prácticamente imprescindible.
Tantas cosas que hemos compartido y ahora me parece casi imposible volver a hacer, ¿te vienes a escucharme tocar?, ¿me acompañas al recital de poesía?, ¿quieres ver una exposición de fotografía conmigo?. Pero lo que más me choca es la gente, de verdad, cómo puedes criticar a tantas personas, su actitud, y luego cuando no estás conmigo te falta besarles los pies.

Una de dos, o hay personas con la capacidad de transformarse totalmente en 2 meses, o me han estado mintiendo durante tanto tiempo que ya soy incapaz de distinguir que ha habido de real en todo lo que ha pasado.

Miro tus ojos indiferentes, tu actitud, tu porte y siento asco. Siento asco porque estás empezando a ser lo que desprecio y tengo muchos recuerdos encontrados en este momento. No me vas a hacer llorar, ni siquiera pienso dedicarte ni un segundo de tristeza, pero lo que si me gustaría, más que nada en este mundo, es poder darte un guantazo de realidad y que vieras lo triste y vacía que se va a volver tu vida.

martes, 22 de marzo de 2011

Después de soñar


Se caen los montones de cajas y el espacio que queda libre en la habitación me hiela tanto que se me encoje el estómago, justo en la parte alta, en un punto muy concentrado. Tus palabras duelen y las paredes de mi casa te corean, pero no creas que te culpo, en absoluto, nunca podría culparte de nada, llamarte causante de mi pena, aunque así lo fuese. Han sido demasiadas cosas buenas y demasiado grande es la sensación de que todo se ha perdido por mi causa, que tú sólo eres el más cercano espectador de mis acciones.

Ilustrada por Lorca, yo también paseo las trenzas de mi pena por el suelo de la casa, dando vueltas con pasos cortos, rotos. Pasos que hacen llorar a las baldosas, los zapatos, los cuadros, las ventanas, mi vida entera.
Siento un frío muy familiar que se ve ahogado en los momentos de lucidez por un montón de recuerdos recientes con mantas, olas y calefactores que hacen mucho ruido. Todo eso está ahí presente, no crean que no lo veo.

¿Sabes?, hoy, cuando me mirabas con esos ojos acuosos cogiendo mi mano, me di cuenta de que cada una de mis extremidades te decía lo que siento. No es nada nuevo, nada que no sepas ni tú, ni yo, ni nadie,  pero aún así,  las palabras no salían de mi boca y por una vez en toda mi vida, contigo guardé el más absoluto silencio.

domingo, 23 de enero de 2011

¿Realmente nos quisimos tanto?

Yo sí que te amé. Te amé con todas las fuerzas que ya no me quedan, de una forma insana pero plena, con todo mi cuerpo... si, cada uno de mis poros gritaba tu nombre a los 4 vientos, reclamándote en mi cama día y noche. A veces, cuando tú no estabas, lloraban las esquinas de mi casa preguntando cuándo volverías, y las sábanas me presionaban exigiendo tu presencia. 

Ahora, todo está en silencio.
Silencio en mi casa. 
Silencio en el alma.

Ya no queda nada que pedir ni que contar.  Sólo algunos valientes susurros a media noche, se atreven a silbar con melancolía la melodía de esa historia que no debo echar de menos. 
Pero a veces vuelves, y mi cama cruje bajo tu espalda y la mía, fundida en una misma persona, haciendo que  durante unas horas parezca que de verdad queda algo.

Cuando te vas, siempre prometes volver, y siempre cumples tu promesa. Es ahí cuando mi conciencia me mira con preocupación y la razón intenta imponerse consiguiendo un éxito nulo. No hay lugar a razones cuando aún puedo rebañar un poco la miel de lo inexistente.
 ¡Y qué felices fuimos!

lunes, 3 de enero de 2011

Silencio, por favor

Hay canciones que no deberían existir, y no, en este caso no me refiero a esos remas reguetoneros, ni al pop de gafas de pasta dura, ni siquiera al rollo hippie perroflautístico. Me refiero a esas canciones de letras lacrimosas que aparecen en la radio cuando menos te lo esperas, clavándote un armónico puñal sin ningún tipo de consideración.

Esta mañana fui a comprar unos calcetines graciosos a un supermercado. Los calcetines me encantan  y a la persona a la que se los voy a regalas también, así que allí me veía, en medio del pasillo  mirando una horda de calcetines y con una sonrisa de oreja a oreja, de esas que sólo se ponen cuando saboreas en tu imaginación la sorpresa que le darás a alguien que aprecias, cuando de repente el altavoz deja de anunciar ofertas y comienza la música.

Allí, en ese aparato situado justo encima de mi cabeza, Sabina desgarraba mi historia y la de otros muchos, con su guitarra como terrible cómplice. Personalmente he de decir que me encanta Sabina, a pesar de que él parezca odiarme. Al final he cogido los dichosos calcetines (aunque bien hubiese preferido una metralleta) y he vuelto a casa con el mismo paso rápido de siempre y con la misma actitud de todos los días, aunque por dentro seguían resonando esos recuerdos hechos canción que te persiguen durante toda tu vida.

"Yo no quiero besar tu cicatriz..."
http://www.youtube.com/watch?v=hRetHyKHGO4&feature=fvst

viernes, 31 de diciembre de 2010

Sigo congelada en el frío de las sábanas que gritan y la almohada que te ahoga

¿Se pueden controlar los recuerdos?, ¿Sirve realmente de algo ese combustible de pensamientos confusos que te obliga a tener la mente en activo?

Siempre he sentido que puedo controlarlo todo, ahora la mente se me escapa entre las manos. No debería ser triste revivir a través del pensamiento algo que te ha hecho feliz, sea de la forma que sea, pero es que mis recuerdos no saben si son ciertos, y eso me inquieta. Da igual las vueltas que les des,  no llevan el sello de las amistades o los amores que han sido reales, no han podido formarse con miradas sinceras o sonrisas al alba. Mis recuerdos son difusos y azules, de monte y río, de alcohol y cama.


Y si, creo que la esperanza me está estorbando. 

sábado, 18 de diciembre de 2010

Los jardines del alma

Te irás de mi jardín tarde o temprano y ya no habrá más abrazos silenciosos, ni confesiones bajo la manta. Ya no se oirán nuestras alborotadoras risas por la calle, ni podré susurrarte, "ven, te necesito", porque no vendrás, porque ya no estarás aquí, porque yo quizás ya me habré ido.

Te irás de mi jardín cuando te des cuenta de que nada es como esperábamos y que para compartir no solo el alma es necesario. Daremos el gran cambio, mi mayor "de más a menos" y ¿quién sabe? quizás el más insoportable. Dejaré la puerta abierta con la esperanza de que algún día vuelvas, aunque me muerda de frío, aunque me muerda de pena.

Puede que yo me aísle de ese mundo que tú seguramente recorras, pero  siempre quedará mi jardín, nuestro jardín, ese pequeño rincón del alma en el que tanto tiempo hemos pasado juntos, ése que nos ha sacado lágrimas de todos colores y sabores. Para que nunca te olvides y para que a mí me duela el recordarte. 

domingo, 12 de diciembre de 2010

Auf der bittere Zukunft

Estás a mi lado. Te oigo hablar muy cerquita mío, noto como me acaricias y soy consciente de tus idas y venidas, pero no te siento aquí. Por mucho que yo necesite que te quedes y a pesar de que juremos y perjuremos lo contrario, estás a años luz de mí... de alguna forma y en algún momento me echaste de tu vida sin darte cuenta, y yo te voy echando poco a poco, sin yo querer, sin querer ninguno de los dos realmente.

Cada día estás más lejos. Cada uno de nuestros pensamientos de futuro nos separan un palmo invisible a nuestros ojos, pero que de alguna forma yo puedo sentir. Siento como me quema por dentro la idea de no verte, de que me olvides, o de que yo ya no me quiera acordar de nada.

Pero ¡sonriamos!, aún queda mucho para eso, aún puedo verte muy cerquita mío, aún me acaricias y puedo verte ir y venir por mi corazón y  por mis pensamientos como si fueran tuyos.