¿Y si nunca encontramos judías mágicas? ¿ Y si solo encontramos... judías?

jueves, 25 de julio de 2013



Hay veces que te levantas con el pie izquierdo. No sabes por qué, pero abres los ojos, miras lo que te sobra de almohada y piensas "vaya mierda de día".
En mi cuarto, sea en mi casa o en el piso de alquiler que cambio cada año en Granada, justo a mi izquierda, colgado en la pared hay un póster de mi película favorita "chungking express", y cada vez que me despierto con esa sensación me levanto, me visto y salgo a correr como mi personaje favorito, para no llorar, para no pensar.
Hoy iba por el paseo marítimo echando chispas por los ojos, con la música a todo volumen en los auriculares. Sonaba Pantera, esa "mierda" que según mi profesor de violín me va a dejar sin oídos y jamás podré tocar tchaikovsky. Normalmente me calmo a los 10 minutos, y entonces doy un paseo, me siento a respirar profundamente y vuelvo a casa para empezar de verdad el día. Pero hoy no, hoy no ha sido así. Se han acumulado demasiadas cosas y en poco tiempo no las iba a poder desahogar.
He corrido durante 20 minutos, 25, media hora, y no podía gritar, y cada vez corría más rápido y sentía que me ahogaba, y que me iba a morir y casi me gustaba, hasta que mis piernas han dicho basta y me he parado de golpe contra una de las muchas palmeras que recorren todo el paseo marítimo. He tomado aliento, he apagado la música y el ruído de la gente paseando, jugando en la playa, me ha devuelto a la realidad.
Kalina, reponte. Casi me he dicho en voz alta.
He pensando en muchas cosas a la vez, en promesas, en situaciones, en familia, en mi perra, en qué coño voy a hacer con mi vida y qué pasa realmente dentro de mi para que un simple mal despertar haya acarreado tanta mala leche.
"Es que te pones a hablar y te ciega la ira" me habían dicho justo antes de precipitarme a correr como si  no hubiera un mañana.
Un día de estos la ira me va a cegar de verdad, por eso corro, en realidad, para quedarme sin fuerzas de nada.
Me separé poco a poco de la palmera, y me topé con un chico que me miraba con curiosidad sentado en el banco de al lado. Me separé un poco el pelo de la cara para espetarle un "¿Y tú que coño miras?" Porque claro, por alguna parte se me tendría que notar que soy almeriense.
Y he vuelto andando a casa, con las zapatillas en la mano,
respirando trabajosamente.