¿Y si nunca encontramos judías mágicas? ¿ Y si solo encontramos... judías?

lunes, 26 de septiembre de 2011

Aureliano ha muerto.



La mujer de Gabriel García Márquez cuenta que una tarde entró en el cuarto de trabajo de su marido y se lo encontró llorando encima de lo que después sería "cien años de soledad". Quiso saber el motivo y como respuesta, el escritor dijo solemnemente: Aureliano Buendía ha muerto.

Cuando cuento esta anécdota, siempre me encuentro con las mismas reacciones. Qué bonito, qué tierno, qué especial, qué estúpido, qué loco, qué profesional.
A mi, para ser sincera, me parece precioso, pero de los más corriente. De hecho es algo que hacemos más de una vez en nuestra vida y a veces más seguido de lo que nos gustaría.

¿Quién no ha creído ciegamente que alguien es de tal forma para luego descubrir que no, que no existe, que es sólo el  producto de una ceguera ante el deslumbramiento artificial tan bien conseguido de algunas personas?.
Si somos nosotros los que nos sentamos ante los papeles de nuestra vida, cogemos el lápiz y escribimos nuestra historia, hay que borrar todo aquello que no sea verdadero, que duela. Hay que romper, tachar, recomenzar... hay que matar Aurelianos, aunque nos cueste un tiempo llorando encima de nuestro manuscrito.

Ahora mismo me siento feliz. He publicado una gran primera parte de la historia de mi vida y me he llevado a unos cuantos personajes por delante, pero aún así estoy disfrutando y aprendiendo. Empieza la segunda parte de este libro.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Relatos del festival "Getafe en vivo"


Desde siempre me han dicho que lo que no me pase a mí, no le pasa a nadie. Es verdad.
He pasado tres días geniales en el Getafe en vivo, disfrutando de buena compañía y buena música. He recopilado muchas anécdotas que no me cansaré de contar hasta que me digan que me estoy repitiendo, como siempre. Pero sin duda me quedo con la que voy a contar a continuación:

Getafe en vivo. 50.000 personas, absolutamente todas con la intención de darlo todo con offspring. Yo era una de ellas y el amigo que venía conmigo también. Nos pusimos muy cerca del escenario, disfrutamos de Txarrena y nos desesperamos con Sôber, pero sobretodo me gustó que tuve tiempo para estar completamente pegada a gente que no conocía para sumirme en mis pensamientos de una forma  peculiar. Me di cuenta de que la luna estaba llena y me acordé de que todas las casualidades de mi vida, las buenas y las malas, se han producido cuando había luna llena. El amor de mi vida fue con la luna llena, y otros que han tenido menos importancia pero gran repercusión también. Miré su redonda cara iluminada y le dije muy bajito que ese día no, que no me estropeara nada, que me dejase tranquila.

No lo hizo.

Cuando por fin terminó Sôber, salieron los esperados, provocando que una masa inhumana de humanos se empujaran unos contra otros, separándome por completo de mi amigo. Por suerte habíamos quedado en un sitio y una hora por si eso pasaba.
Aquello no era normal, me hicieron pasar los más largos y peores 5 minutos de mi vida. Estoy llena de moratones y todavía me duele el cuello... de hecho, si separaba los pies de suelo, me arrastraba una corriente de brazos sin necesidad de que yo hiciese nada. Intenté salir como pude y un chico, al verme tan apurada, me ofreció protección.

 "Tú quédate aquí conmigo, chiquitilla, que no te va a pasar nada"

 y yo pensaba que tenía mucha suerte. Me protegió durante los últimos acordes del primer tema, y cuando comenzó el segundo, de nuevo la oleada de personas haciendo lo imposible por hacerle pasar un mal trago a los demás se puso en acción.
Mientras tragaba tierra e intentaba quitarme a un señor bastante grueso de encima, mi protector me agarró del pecho y empezó a tocarme como quiso. Yo no podía hacer absolutamente nada por zafarme de esas manos asquerosas, pero con suerte, la corriente se lo llevó a él también y quedé libre para intentar salir.
Mirara donde mirara, había gente. Me metí sin querer en varios pogos, y cuando ya pensé que nada podía ir peor y me ahogaba por la tierra, me caí al suelo. Decidme... ¿hay algo peor que caerse al suelo en esa situación?, a mí no se me ocurre, y de hecho pensé que me quedaba en el sitio, pero unos brazos fuertes me recogieron y me llevaron cual saco encima de sus hombros.
No pude ver quién me había sacado de ese infierno, pues al dejarme a salvo se metió dentro del concierto sin decirme nada. Lo cierto es que al verme sola y con la horrible sensación de que había abusado de mí, me habían mentido y yo como una tonta me lo creí, no pude hacer otra cosa que no fuese echarme a llorar mientras tocaban uno de mis grupos preferidos una de mis canciones favoritas.

Me fui al punto de encuentro que había establecido con mi amigo y me eché a llorar en el suelo. Miraba el asfalto con los ojos llorosos y no pasó mucho rato hasta que unos tenis rojos se interpusieron entre mis lágrimas y el suelo.

"una chica tan guapa no debería estar aquí sola llorando"

Levanté la vista y era un chico un poco mayor que yo, con unos ojos azules preciosos y una sonrisa tranquilizadora. Se sentó a mi lado y me preguntó qué ocurría. Se lo conté entre sollozos mientras me abrazaba, como si tuviera cinco años. Se indignó, pero me dio dos alternativas, quedarnos sentados llorando, o ir de nuevo al concierto, quedarnos atrás y él me cogería para poder ver bien.
Me dijo que se llamaba Adrián y a mí me hizo mucha gracia,  pero en fin, era un chico encantador, sin embargo  era un completo desconocido, pero ya he mencionado antes que me lo creo todo y esta vez no fue menos.

Fue genial. Vi el concierto en los hombros de un chico majísimo, saltando, bailando, cantando... como tendría que haber sido en un principio. Me hizo abandonar la rabia en un momento y pasamos un concierto que no voy a olvidar.

Finalmente pude reencontrarme con mi amigo, el cual tenía otra historia por su cuenta sobre ese concierto.
Adrián y yo intercambiamos teléfonos y direcciones de correo, así que una vez más, la luna (aunque en menor escala) hizo que el destino me llevase a conocer a una persona que me salvó de las lágrimas y que me hizo sentir que quedan gente y momentos para disfrutar a pesar de todo.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Otro Aitutaki

Dentro de unos años me gustaría dejar de esperar algo de las personas e irme a vivir sola a una cabaña en Aitutaki. Me levantaría todas las mañanas con el sol en la cara y caminaría de una punta a otra de la playa hasta que me diera cuenta de lo absurdo que es moverse sin dirección alguna. Haría cualquier cosa de comer y me sentaría a leer horas y horas frente al mar. No tendría que emitir sonido alguno nunca más, podría olvidar cómo articular las palabras y quedarme tan en silencio que ni yo misma perturbaría  mi paz.
Me sentaría al atardecer en mi ventana y fumaría sin mirar hacia atrás hasta que las estrellas me invitasen a tener un sueño tranquilo y sin sobresaltos.

Me gustaría, cuanto antes, dejar la esperanza de que voy a cambiar, de que los demás van a hacerlo,  y encerrarme por completo en un presente que no tenga más que naturaleza, silencio, vacío y tranquilidad.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Movimientos que cuidan

Descubrí que mis pasos me habían llevado a sentarme debajo de uno de los más bonitos, y de los pocos, árboles que hay en mi ciudad. Normalmente salgo con un libro y busco una cafetería tranquila, con té y el aire acondicionado creando la ilusión de que detrás de esas cuatro paredes no hay un infierno de 40º a la sombra.  Pero no, esta vez mi subconsciente me había llevado a recorrer un camino que no hago nunca y a sentarme en la tierra bajo esa sombra generosa.
Abrí a Tolstói  y comenzó la guerra por mantener la atención en lo que leo. No es que no me guste Tolstói, todo lo contrario, es uno de mis autores preferidos, pero cuando tienes tantísimas cosas en la cabeza y no puedes mantener la atención por completo, es imposible seguir el hilo de una persona que te explica con pelos y señales el sistema penitenciario ruso.
Había leído unas 20 veces : "y a ninguno de los presentes se le ocurría que ese mismo Jesús, cuyo nombre había repetido tan infinitas veces con voz silbante el sacerdote"... cuando dio lugar el movimiento curioso.

Una ráfaga de viento inesperado fue la causante de que antes de que pudiese darme cuenta me encontraba completamente rodeada de hojas marrones del tamaño de mi mano. Miré hacia arriba extrañada y vi que poco a poco, en dirección a mí, caía una flor blanca preciosa. Caía lenta como una caricia y se posó en mi libro abierto, justamente encima de la frase interminable.
No tengo muy claro aún por qué, pero se me llenaron los ojos de lágrimas. Tuve la sensación de que en alguna parte había alguien que quería que estuviese bien, que no me dejase arrastrar por la tristeza y el rencor. Alguien que me pedía que me quedase tranquila.

Le hice caso sin pararme a pensar cuánto había de racional en mi decisión. Lo cierto es que las casualidades de la vida me hicieron tener un día mágico, de los pocos que recuerdo así en mucho tiempo, y hoy tengo una flor preciosa como marca páginas.