Los pies, que nunca entienden de miedos, la acabaron llevando a un campo amplio, verde y solitario. Maravillados los ojos, sin darse cuenta realmente, avanzó y se tumbó en la hierba, en mitad de una llanura mojada, con olor a tierra y olvido. Extendió los brazos y se quedó allí horas enteras, cayendo la lluvia sobre su rostro y sus ropas, mezclándose por completo con la naturaleza, formando parte, como una piedra más, del paisaje.
Pero el cielo se puso negro y la luna comenzó a asomarse, recordando, con una tenue luz, que debía volver a casa.
Por una vez en mucho tiempo, hizo el camino silbando una canción desentonada, tiritando de frío, pero sintiendo con alivio que se aflojaban los males que le anudaban la garganta.
muy bonito el cuento¡¡
ResponderEliminar:)
ResponderEliminarmi entrada preferida
¿me dejas que sea yo la del cuento? jiji
"la dulce sensación de perderse", nos perdemos con la esperanza de encontrarnos, allí donde reina el sonido del silencio y también en el bullicio de las calles rebosantes de cuerpos móviles y anónimos.
ResponderEliminarHola, es la primera vez que paso por aqui y tu blog me ha parecido muy interesante.
ResponderEliminarSeguro volveré pronto.
Saludos.
Vaya cosas bonitas que tienes en la cabeza, gracias por compartirlo =)
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