Caminar hasta que no quede aliento y más, correr para secar las lágrimas y gritar muy hondo, adentro, con la mirada fría y el nudo en la garganta.
Mirar los cerezos y acordarse de Neruda, de los caminos que no cogiste, del pasado que poco a poco deja de existir.
Y entre todo esto, muy a dentro, el azul de tu recuerdo.